El pasado 15 de Agosto, la Universidad Autónoma del caribe nos encomendó representarla ante el V Congreso Internacional de Conciliación y arbitraje en la ciudad de Cartagena, en el que participamos con una ponencia sobre la culturización de la Conciliación en Equidad como mecanismo alterno de solución de conflictos en aras de lograr la reconciliación comunitaria en el país, desde los claustros universitarios.
La Universidad es un universo poblacional donde convergen ideas, debates, iniciativas de emprendimiento, pero también se constituye en un Universo de conflictos. Es hora que las Universidades contraigan y pongan en práctica el dicurso famoso de la "formación integral" que se inventaron sus fundadores, para aportar a la sociedad no sólo profesionales, sino seres humanos más pacíficos y completos.
La siguiente, es nuestra justificación de la primera etapa del proyecto de Sistema de Conciliación Universitaria (SICUN)
La Universidad es un universo poblacional donde convergen ideas, debates, iniciativas de emprendimiento, pero también se constituye en un Universo de conflictos. Es hora que las Universidades contraigan y pongan en práctica el dicurso famoso de la "formación integral" que se inventaron sus fundadores, para aportar a la sociedad no sólo profesionales, sino seres humanos más pacíficos y completos.
La siguiente, es nuestra justificación de la primera etapa del proyecto de Sistema de Conciliación Universitaria (SICUN)
La construcción de una cultura de paz en Colombia ha de ser un ejercicio que incluya a todos los actores sociales de nuestra organización humana. Ése empoderamiento debe originarse no sólo en las agendas políticas de los gobiernos de turno, también desde los espacios de oportunidad y cambio, donde los directamente comprometidos con la superación de este capitulo de la cruenta historia de nuestro país, desarrollen competencias que les permitan hacer uso de las herramientas necesarias para el manejo constructivo de los conflictos.
Es precisamente desde una Institución de Educación Superior, donde la comunidad Universitaria cuenta con una población de 10.000 Estudiantes, además de Catedráticos, PTC y funcionarios administrativos, donde nace la necesidad de la puesta en marcha de un modelo de conciliación en equidad en el interior del claustro, que acondicione el aprovechamiento de las calidades humanas de los pertenecientes a ése núcleo social y académico donde puedan tenderse las toldas de la reconciliación comunitaria.
La modernización de la justicia trae consigo las estrategias pertinentes para la resolución pacífica de los conflictos. Dentro de éstas, la conciliación en equidad como una opción viable para la consolidación de una labor cívica, pero esta vez desde el aula de clases. Las Universidades son los puntos de encuentro por excelencia de las divergencias, debates, percepciones, y emociones, teniendo en cuenta que son escenarios en los que converge la diversidad cultural, racial, religiosa; la libertad de pensamiento en cada uno de los integrantes de ese gran tejido civil.
Dada la coyuntura interdisciplinaria que comprende la organización de un centro estudiantil de esta magnitud, se hace indispensable direccionar el capital humano del mismo hacia propuestas de integración social que comprendan la resolución pacífica de conflictos.
El reconocimiento de las partes como iguales en la determinación de acuerdos amigables es imprescindible. Los y las jóvenes estudiantes, suelen apreciar la superioridad de quienes son titulares de la acción disciplinaria; generalmente directivos de las más altas esferas o el Rector, al fin de cuentas, empleador de nuestros Docentes. Al mismo tiempo que, los funcionarios administrativos ocupan su lugar en esta pirámide social, algunos con mayor potestad que otros; razón por la cual la conciliación nos vuelve a la paridad.
El excesivo procesalismo, la formalidad y el rol de la rectoría como primera y única instancia, no nos permite descentralizar la práctica de la concertación desde espacios de participación que comprendan audiencias de arreglo por iniciativa de una de las partes, y con la asesoría de un tercero neutral. Los vacíos en la calificación de las faltas inquieta en tanto se deja abierto el paso a la libertad interpretativa del reglamento disciplinario, con la única finalidad de tipificar la conducta para luego imponer una sanción.
Deben replantearse fórmulas más adecuadas de solventar las necesidades de una comunidad como la universitaria autonomista, que prepara a su población estudiantil desde una perspectiva humanista y axiológica…
El reconocimiento de las partes como iguales en la determinación de acuerdos amigables es imprescindible. Los y las jóvenes estudiantes, suelen apreciar la superioridad de quienes son titulares de la acción disciplinaria; generalmente directivos de las más altas esferas o el Rector, al fin de cuentas, empleador de nuestros Docentes. Al mismo tiempo que, los funcionarios administrativos ocupan su lugar en esta pirámide social, algunos con mayor potestad que otros; razón por la cual la conciliación nos vuelve a la paridad.
El excesivo procesalismo, la formalidad y el rol de la rectoría como primera y única instancia, no nos permite descentralizar la práctica de la concertación desde espacios de participación que comprendan audiencias de arreglo por iniciativa de una de las partes, y con la asesoría de un tercero neutral. Los vacíos en la calificación de las faltas inquieta en tanto se deja abierto el paso a la libertad interpretativa del reglamento disciplinario, con la única finalidad de tipificar la conducta para luego imponer una sanción.
Deben replantearse fórmulas más adecuadas de solventar las necesidades de una comunidad como la universitaria autonomista, que prepara a su población estudiantil desde una perspectiva humanista y axiológica…