HIPNOSIS COLECTIVA
Dados los últimos acontecimientos nacionales, la abundante información que se registra en los medios, las conjeturas y versiones encontradas en torno a la operación jaque, agradecimientos por favores divinos en medio de altísimos índices de popularidad y robos de corona, se hace indispensable darle un respiro a la atiborrada opinión pública.
No se trata esta vez, de hablar de farándula o temas “Light” como nos tienen acostumbrados al finalizar emisiones algunos formatos noticiosos para despejar los intrincados caminos por los que circula la información en Colombia. Ésta es más una reflexión que invita a observar los hechos, reconstruirlos si es necesario y crear filtros de pensamiento, para posteriormente ordenar las ideas que nos permitan definir criterios.
Es por respeto. Consigo mismo y la comunidad. Lo que sucede aquí en Colombia y fuera de ella es que todo el mundo se cree con el derecho de opinar sobre lo que nos pasa internamente, y efectivamente lo tienen, en virtud de la libertad de expresión; ésa de la que tanto nos ufanamos hacer valer cuando nosotros opinamos, pero la misma que nos encargamos de refutar cuando los comentarios van contra nuestra manera de pensar.
Creemos sin lugar a dudas que los medios de comunicación están trabajando. Tenemos excelentes y muy curtidos columnistas. Pero matriculados en los dos bandos: uribistas y antiuribistas. Las revistas parecen tinglados de avezados analistas del pro y contra. Claro, hay quienes solo le apuestan a uno de los dos polos porque no les gusta el round.
No obstante, recordemos que las áreas polares -como en el caso del ecosistema ártico y antártico- son las que se derriten más rápido. Esa excesiva polarización afecta el equilibrio informativo.
El oficialismo y la oposición han cometido el mismo pecado. Girar alrededor de Uribe hasta convertirlo en un fenómeno con una identidad fuertemente fijada en el conciente colectivo. Uribe mueve emociones y nadie puede negarlo. De ahí que el mandatario suscite odios y arriesgadas defensas del pueblo colombiano. Los Periodistas hemos de ser centinelas de una información pública exenta de los vicios de la subjetividad y emocionalismo.
Como ciudadanos y ciudadanas debemos exigir información libre, independiente y clara; sin adoctrinamientos, ni bamboleos políticos y mediáticos, sin sofismas de distracción. Es posible una libertad de expresión que no riña con el derecho a una información veraz, sin que pese más de un lado de la balanza, una información esquiva a los coqueteos de la compra de opinión y que genere opinión.
Damos por seguro que la intensa actividad periodística -por demás valiosa- que exaltamos de nuestros colegas, se encaminará a conducir la opinión en lugar de hacerla perezosa.
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